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jueves, 5 de febrero de 2015

Prisión permanente, ¿revisamos nuestros principios?






Que lo maten! No se merece nada! Que se pudra en la cárcel! Son comentarios muy habituales entre la gente cuando escucha hablar de los más graves delitos. Es lo que comúnmente se llama populismo punitivo, y no nos engañemos, suele dar buenos réditos electorales; la gente por lo general traga muy bien ese tipo de propuestas, son fáciles de explicar, el votante nunca cree que estará en una situación de sufrir ese tipo de pena, y en definitiva el individualismo les lleva a pensar en una dicotomía entre buenos y malos, donde uno siempre está, por supuesto, entre los buenos.


Así, esta semana se ha dado un paso adelante en la expansión del derecho penal en su vertiente más antidemocrática, lo que se conoce entre la doctrina como el derecho penal del enemigo. Se trata básicamente de poner en un saco llamado terrorismo una serie de conductas para quebrar sus garantías tanto procesales como constitucionales. Así, en el pacto entre PP y PSOE, que le han llamado antiyihadista, claro que con un nombre así cualquier tipo de crítica al mismo induce a pensar al ciudadano de a pie que apoyamos indirectamente la yihad. Entre las medidas que se prevén se incluye la prisión permanente revisable. ¿Es realmente una solución?


Lo primero que hay que decir, y ya se advirtió por diversos sectores de juristas cuando lo propuso Gallardón en su día, es que esta medida es claramente inconstitucional en tanto que si las penas deben estar dirigidas a la reinserción del reo, ¿qué tipo de reinserción va a tener si no va a salir nunca de la prisión? Esto nos lleva al socavo de otro derecho fundamental, que es la dignidad de la persona. Pero qué más da… los terroristas “son muy malos y no merecen dignidad”, y entre la opinión pública los garantistas siempre seremos unos incomprendidos en esta vorágine punitiva que pretende solucionarlo todo a golpe de Código Penal. Desde luego ya se ha visto con gran preocupación desde la seguridad de los centros penitenciarios las consecuencias en los comportamientos que pueda tener un preso que no tiene ninguna perspectiva de salir. Tendremos un buen problema… 

Dicho esto, la siguiente reflexión la dirijo para el santito “no terrorista” que obviamente nunca será terrorista, es decir, el ciudadano de a pie. ¿Es realmente una solución que le favorezca? Las penas excesivamente altas son carísimas para el estado, y que al final lo pagamos todos los contribuyentes. Si esto lo convertimos a toda la vida, no sólo pagamos más, sino que reconocemos explícitamente que los programas de reinserción (incluso con terroristas) no van a funcionar desde buen principio, cosa ciertamente muy dudosa en según qué tipos de terrorismos, porque esto es otra de las flaquezas de nuestra tan poco democrática legislación antiterrorista, pues trata igual al activista anarquista que decide utilizar la acción directa, que al yihadista que mata creyendo que está haciendo una obra de Dios, y el modo de reinsertarlo en la sociedad desde luego no va a ser el mismo.


Esto en realidad nos lleva a mi última reflexión, y que ya no es algo nuevo en materia penal antiterrorista, y es la gran ambigüedad del concepto de terrorismo, y la gran confusión que hay en los listados internacionales de grupos terroristas, donde grupos y subfacciones entran y salen continuamente, creando una gran inseguridad jurídica. Estas carencias aplicadas al que no actúa en grupo, sino individualmente y que en este pacto se ha incluido también (lo que le llaman el lobo solitario), puede suponer una quiebra de garantías sin precedentes: uno puede ser acusado de terrorista sin pertenecer ni actuar en nombre de ningún grupo terrorista. ¿Dónde ponemos la frontera? ¿Sabrá definir esa frontera una jurisprudencia que sea más acertada que el legislador?


Quien sabe… Pero si no fuese así, quizás el que deseaba en una tertulia entre amigos que se pudra la gente en la cárcel acaba con sus huesos allí de por vida, quizás sea demasiado alarmista, pero desde luego, acabará asumiendo el coste de que otros huesos estén de por vida entre rejas.






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