Aforado, la típica palabra
que sale cuando se le engancha a un ladrón de la política con sus corruptelas.
La ciudadanía relaciona directamente la palabra aforado con chollo, impunidad y
salir de rositas ante las imputaciones judiciales. Pero qué tiene de verdad
eso? Es un privilegio? Analicémoslo desde una perspectiva estrictamente
jurídica.
El aforamiento es una
protección reforzada a los diputados y senadores que pretende evitar la
confusión entre la responsabilidad política y la penal de sus actos. Esto se
traduce en que han de ser juzgados por los Tribunales de Justicia de las
comunidades autónomas para los diputados de las cámaras autonómicas, y el
Tribunal Supremo para los diputados y senadores estatales. La primera
consecuencia es que el aforado juzgado no tiene derecho a apelación ante un
órgano superior, ya que precisamente lo ha juzgado el superior. El aforamiento
se extiende también tanto en el ámbito civil como en el penal, pero es en este
último donde encontramos la segunda gran particularidad importante; en un
proceso penal para los aforados se atenúa el principio de imparcialidad del
juez, esto significa que la instrucción del caso (investigación, recogida de
pruebas, aplicación de medidas cautelares, etc…) la tiene que hacer un juez
distinto del que juzgará y dictará sentencia. Es lógico, supongamos que un juez
de instrucción adopta la medida cautelar más grave, que es el ingreso
provisional en prisión, esta decisión puede influenciar mucho a la hora de
absolver si fuese el caso en la sentencia. Pues cuando se trata de un aforado
es cierto que la sentencia la hará otro juez distinto del que ha instruido, pero
este será del mismo órgano (TS o TSJ), es decir, un compañero de trabajo, poniendo
en serias dudas el principio de imparcialidad del juez.
Hecho este repaso, nos
damos cuenta de que el aforamiento tan solo trae inconvenientes al afectado: no
se puede apelar y el juez que dicta sentencia es menos imparcial. Cerremos
ahora los libros de derecho y abramos la ventana, y alguna cosa no cuadra; si
el aforamiento es negativo, por qué todos los políticos que están hasta el
cuello de corrupción bendicen su condición de aforados? Por qué cuando el Rey
abdica el bipartidismo se apresura a aforar al Juan Carlos? Y aquí está el
problema de verdad, en el sistema judicial de este país cuanto más alta es la
instancia judicial queda más influenciada por el poder político. En órganos
como el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional, por no hablar del Tribunal
Constitucional, la independencia judicial es un simple chiste; todos los
corruptos están satisfechos de ser juzgados por estas instancias a pesar de no
tener derecho a recurrir una sentencia que les condene. Quizás por eso
Urdangarín seguramente esté más preocupado, él no es aforado y ha instruido su
caso un juez de instrucción en primera instancia, tiene motivos por los que preocuparse
pues lo más normas es que los “jueces rasos” sean más independientes.
¿Solución? Difícil, porque
aquí todos han comido del mismo pastel, sobre todo en los aforamientos
autonómicos que quedan regulados en los estatutos de autonomía de cada
comunidad. Evidentemente hace falta una decisión política valiente y sacar de
la Constitución esta figura para los parlamentarios, ya que a día de hoy es
irrenunciable la condición de aforado. Si queremos una justicia independiente y
coherente, la opción debe ser clara: cero aforamientos en el poder legislativo
y ejecutivo. Pero por ahora será difícil encontrar cambios sustanciales por
parte de unos partidos gobernantes que podrían formar grupos parlamentarios
propios con sus imputados en corrupción…
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