Corrupción siempre la ha habido, la hay y siempre la
habrá; el drama de este país no es la corrupción (quizás tengan razón los que
la relacionan con el carácter mediterráneo), sino su impunidad, pues por
desgracia es tremendamente difícil ver una condena firme por corrupción, y
cuando la hay, es con enormes beneficios penitenciarios si no llega un indulto
del gobierno. Los niveles de corrupción en este país han llegado a tal punto
que se ha dejado de practicar en secreto; sus protagonistas exhiben sus frutos
con lujosos coches y mansiones, ya nadie lo oculta, lo que produce una
banalización generalizada a ojos de la sociedad, que acaba pensando que “todo
el mundo lo haría”, incluso queda acompañada la complacencia con un resquemor
envidioso pero a la vez de resignación por no estar en las esferas del poder: “quien
cogiera algo… bienvenido le sea”.
He mencionado la dificultad de condenar por
corrupción, pero es tan sólo la punta del iceberg; el día que comprendamos que
el corrupto no-delincuente es tan corrupto como el delincuente daremos un paso
adelante como sociedad. Porque el Código Penal es el mejor escudo del corrupto,
con todo su envoltorio de garantías y la maldita presunción de inocencia, la
cual se llenan la boca cuando están en el charco de mierda cuando en realidad es
una presunción para el juez a la hora de dictar justicia, no para la sociedad,
porque si tenemos que esperar a condenas firmes, ya habrán otros corruptos con
distintos nombres pero los mismos hechos.
Por eso en última instancia los ciudadanos somos los
culpables de dejarnos colar estos goles, nos la cuelan en el imaginario social
con absoluciones de “terceros lucrativos” y otras figuras que acaban no siendo
punibles. Y hay la otra parte de la corrupción que nadie la recuerda, y es que
detrás de un político corrupto, hay una empresa corruptora beneficiaria de esos
favores públicos. ¿Os imagináis que se aplicase de verdad el veto legal a
participar en concursos públicos para las grandes constructoras corruptoras de
este país? Demasiado bonito sería… El populismo punitivo (a golpe de titular)
no ha llegado a la gran empresa corruptora; es otro paso que debemos dar…
Protesta delante de la sede del PP al darse a conocer los papeles de Bárcenas |
Sin embargo no voy a llorar todo el texto; algo sí
que ha cambiado en la sociedad, y es que en plena crisis económica de escaseces
en las arcas públicas, ahora duele de verdad el pellizco que antes todos imbuían
en el muro del silencio; los pocos que se interesaban por el asunto caían
rápido en el desánimo que provoca la impunidad. Ahora vamos a golpe de titular
para reprochar que detrás del que mete la mano en la caja pública, hay una beca
comedor o una ayuda esencial que no llega. Pero lamentablemente nos dura poco
el cabreo, básicamente hasta que los medios dejan de sugerirnos que estemos
cabreados; y eso en el mejor de los casos, porque la parcialidad sectaria de
los medios es otro drama que ayuda a banalizar algo tan extendido. Se rompió la
ley del silencio entre los partidos para llegar al “tú más”… Y no se me
confunda con esto; hay partidos que llevan muchos años en puestos de poder y no
tienen las manos manchadas.
¿Y qué decir de la judicatura? También algo ha
cambiado en este estamento, pues sí que es cierto que han aumentado el número de
procesos. Cada vez hay más jueces que abordan la ruptura del silencio conscientes
de su deber y su independencia. Todo sea dicho, algunos de los cuales con
bastante afán de protagonismo, esos “jueces estrella” que de tanto protagonismo
acaban cometiendo errores procesales que en vía de recurso acaba suponiendo lo
de siempre: la impunidad.
En las redes sociales se ve más claro: hay impunidad |
La pregunta correcta debe ser ¿por qué han cambiado
tan poco las cosas? Se ha roto el pacto del silencio respecto a la corrupción,
lo cual es algo agradable por salud democrática, aunque creo que se debe a la
desesperación de los partidos del régimen del 78. La política prima sobre la ética
anticorrupción, y por eso se trata de tapar la corrupción con la política,
aunque sea hablando de corrupción, tal y como hacen algunos partidos de moda que
enarbolan la bandera de la anticorrupción y con un programa cómplice de las
empresas corruptoras. Algo ha cambiado, ya que ahora la impunidad depende de
otros factores: el azar de que el juez no mire a otro lado, el sesgo de los
medios para crear una opinión preconcebida de antemano, la actitud del propio
partido (seguro que piensan en alguno conocido que ha caído en desgracia dentro
de sus filas), y a veces la reacción del propio corrupto; algunos reaccionan
destruyendo pruebas, otros se envuelven en una bandera nacional. La sociedad ha
dado pasos adelante, es innegable, pero queda dar el más importante: si
conseguimos entender en que puede haber corrupción aun no siendo punible
penalmente, nos daremos cuenta de que el ciudadano tiene el mismo protagonismo
que el juez.
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